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miércoles, 15 de abril de 2015

Connotación ética de la investigación curricular

Connotación ética de  la investigación curricular
(Creación del grupo investigador)





La evaluación curricular es, en potencia, una herramienta que puede servir para aumentar la eficiencia, eficacia y efectividad de los procesos pedagógicos en una Institución Educativa, porque a través de ella se obtienen juicios de valor que permiten establecer su utilidad práctica, el cumplimiento o no de metas y objetivos y orientan el proceso de toma de decisiones en cuanto a la conveniencia de conservar, reestructurar o sustituir el currículo.

Ante la gran connotación que tiene la evaluación curricular es indispensable enmarcarla en parámetros éticos que le confieran objetividad, credibilidad, legitimación y validez a los resultados que genere.

Este aspecto es de suma importancia porque en el proceso evaluativo se puede obtener información susceptible de afectar a uno o a varios de sus sujetos, lo que le exige al investigador-evaluador ser cuidadoso y muy profesional, para evitar sesgos en los datos recaudados, porque sobre éstos, se realizan los respectivos análisis e interpretaciones que conducen al establecimiento de resultados y que constituyen la base para la toma de decisiones que puedan llevar a la mejora o perfeccionamiento de un programa o currículo.

Según McDonald (1977), es claro que en la práctica, el investigador-evaluador tiene que sortear el dilema de la responsabilidad  que le asiste entre los individuos de quienes se deriva la información del contexto y la comunidad a quien se debe rendir la información fiable que dé cuenta de la realidad institucional para que lleve a proporcionar soluciones pertinentes a los problemas curriculares detectados. A simple vista es una situación difícil, pero la ética profesional del investigador-evaluador debe ser la orientadora en estos sensibles “cuellos de botella” del proceso y no permitir que se distorsione la realidad para complacer a algunos miembros de la comunidad educativa, porque, todos los esfuerzos serían infructuosos y se estarían desperdiciando recursos de índole logísticos, financieros y humanos; y pero aún, se afectaría negativamente, la confianza de la mayoría de los sujetos del proceso curricular (tales como docentes, estudiantes y padres de familia) al verificar que los resultados obtenidos llevaron al establecimiento de un plan de mejora inoperante o poco efectivo.

El mismo Mc Donald (1977) insiste en que “no se puede ser totalmente democrático” al liderar un proceso de evaluación curricular porque siempre se encontrarán situaciones en las que se desnuden debilidades de algunos individuos del proceso. Por eso debemos tener la calidad profesional para hacerle frente a esta situación y siempre abogar por la información contextual real, tal como sostiene Stufflebeam (1971) “es a partir de los datos del contexto que se establece el derrotero del proyecto de mejora que requiere la institución”.

Con base en esta reflexión, se puede considerar que antes de ser democrático en el proceso de evaluación curricular, se  debe ser “coherente con la realidad contextual” para tener la tranquilidad de que se transita por el camino hacia la mejora efectiva de la institución  objeto del proceso evaluativo.

Esta coherencia se puede conseguir a través del carácter formativo que debe tener la evaluación, permitiendo el fortalecimiento de los principios éticos, toda vez que los responsables de la acción educativa (evaluados) y los evaluadores van desarrollando una actitud crítico-reflexiva que los lleva a interpretar la evaluación como una oportunidad de crecimiento y mejora y no una forma de control impositivo, de  presión o como arma coercitiva.

Fernández Sierra Juan, (1998) sostiene que “la evaluación debe ser considerada como un acto de reflexión compartida a partir de los datos recolectados, con la intención de ofrecer mejor servicio a las personas y a la sociedad”.

En conclusión, la evaluación se puede considerar como un proceso holístico, contextualizado y con carácter formativo, que lleva la recogida  y organización de información fiable, puesta al servicio de los sujetos activos de la institución, para su interpretación y traducción en planes de mejora coherentes con el proceso educativo que conduzcan a aumentar su calidad, potencializar el aprendizaje de los estudiantes y a la formación integral  y permanente de los profesores. Este proceso evaluativo debe direccionarse siempre bajo los parámetros de la negociación, la deliberación y la ética para que las personas involucradas en la acción asuman una actitud reflexiva y crítica del proceso evaluativo, entendiéndolo como el camino para lograr la mejora continua en la práctica educativa y perciban las garantías que les ofrece el proceso en relación con el control de la información en los aspectos que puedan suponer riesgos para ellas. Estas garantías tienen que ir revestidas de responsabilidad, claridad, transparencia y honestidad a lo largo de todo el proceso evaluativo mostrando explícitamente para qué se evalúa, otorgando así, tranquilidad personal y profesional a los miembros de quién se deriva información contextual.

Conclusiones sobre la Etica en la investigación evaluativa desde otra perspectiva:
Después de analizar los diversos puntos de vista en torno a la evaluación curricular y el rol que desempeña el investigador-evaluador en este proceso, se puede concluir que:
•         La investigación evaluativa debe apuntar a la innovación educativa, entendida como aquellas actividades deliberadas y organizadas que fundamentadas en los resultados de la investigación, tienen como finalidad mejorar los procesos y sistemas educativos. Latapí (1981)
•         El investigador-evaluador debe manejar criterios científicos como validez, confiabilidad y objetividad. Weiss (1975). De igual manera, es un requisito satisfacer lo que se denomina utilidad práctica como importancia, relevancia, costos, alcance y duración. Stufflebeam  (1971)
•         El proceso de evaluación curricular debe ser  continuo, incidiendo en todas las etapas del proceso curricular; flexible, atendiendo a consecuencias esperadas, como no anticipadas; y participativo, involucrando a la gente inmersa en el proceso curricular.
•         La evaluación de currículo no se puede limitar a una evaluación interna del proceso curricular, sino que debe abordar aspectos externos del currículo.
•         El investigador - evaluador por su parte, debe tener claro su papel en el proceso evaluativo, porque emite juicios de valor que orientan el proceso de toma de decisiones.  Se debe caracterizar por “su gran sensibilidaddiscreción,confidencialidad y neutralidad en cuanto a su participación” (McCormick, 1996), porque si se carece de estas aptitudes se corre el riesgo de perder credibilidad en el proceso evaluador.

 La difícil pero emocionante tarea que vamos a emprender como investigador – evaluador nos lleva a reflexionar en torno a la utilidad que deben tener los resultados de dicha investigación en las instituciones educativas intervenidas, porque no tendría sentido realizar un estudio formal  que no solucionara los problemas  de las instituciones. Seguramente se van a presentar muchas dificultades, pero estas no se pueden convertir en obstáculos para cumplir nuestros objetivos.


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